sábado, 8 de marzo de 2014

DE OTRO POZO

Ya no lleno espacios vacíos como solía hacerlo. 
Ya no me molesta el silencio entre dos personas que hacen mucho no coinciden en tiempo y espacio.
No intento caerle bien a nadie.
Ni siquiera pretendo disimular el hecho de que no soy parte del momento.
Simplemente estoy ahí sentada, con un vaso en la mano,
como esperando algo que a la vez no me animaría a dejar que suceda.
La mitad de la gente del lugar la conozco, la otra no.
Mi perfil nunca fue tan bajo.
Nunca ocupé este papel.
Y pienso que no lo quiero para siempre.
Y me autoconvenzo de que es pasajero.
Todos bailan.
Todos toman.
Todos hablan.
Todos buscan jugar el juego del ir y venir de miradas,
para pasar al de las palabras
y probar suerte al final de la noche.
Mis intentos de jugar están condenados,
por la trampa mental 
que yo misma me tendí de antemano,
al fracaso.
En el mejor momento de la fiesta
se apagan las luces
para dar lugar a lo que no ocurre
cuando están prendidas,
para dar un empujón a los 
me-faltan-un-par-de-tragos-y-arranco
y justo cuando parece
que nadie en ninguna otra parte
podría estar pasándola mejor
es cuando pienso que 
mi mayor momento
de éxtasis
llegará cuando
me acueste a dormir.






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